miércoles, 27 de abril de 2016

3 palabras: AMANECER - CREPÚSCULO - PROFANAR



LUDMILA
Si disponéis de un minuto, me gustaría contaros cómo conocí a Ludmila.
Fue hace un par de años, durante la celebración de las bodas de plata de mis padres. Ella era una antigua amiga de mi hermana, a quien apenas conocía, salvo por alguna referencia y un par de fotos. Compartíamos mesa en asientos contiguos, y, al terminar el banquete, (¡¡sobre las nueve de la noche¡¡), salimos juntos a los jardines del hotel, donde continuaría la fiesta.

Nos habíamos enamorado.

Las últimas luces del crepúsculo teñían de rojo oscuro las altas franjas de nubes, mientras la orquesta iniciaba sus primeros ensayos, y los operarios encargados de los castillos de fuegos artificiales ultimaban sus preparativos. La noche, a pesar de que el día no había resultado especialmente caluroso, era agradable, y cuando decidimos perdernos por el sendero que llevaba hacia la entrada del recinto, bordeado de setos convertidos en graciosas esculturas, ambos ya sabíamos que desde ese momento nada ni nadie podría separarnos.

Caminábamos despacio, dejándonos llevar por la fuerte impresión que nos habíamos causado. A mitad de camino, observamos con desagrado cómo la belleza de una estatua que representaba un Orfeo tañendo un laúd había sido profanada con una soez pintada.

Llegamos a la puerta, una descomunal y artística estructura de hierro, y junto a uno de los bancos que la flanqueaban nos sentamos, para contemplar el primer castillo de fuegos, que acababa de empezar. Las luces que llegaban desde los salones del hotel acentuaban la íntima sensación de unión que habíamos creado, y, alejados de todo y de todos, nos sumimos en una dulce quietud, que nos transportó, durante toda la noche, hasta un amanecer apacible, un mundo nuevo de ensoñación y calma.



domingo, 24 de abril de 2016

Redacción y Normas Prácticas.

¿Porque su Importancia?




Según la Real Academia de la Lengua Española, el estilo de redacción es la "Manera de escribir o de hablar peculiar de un escritor u orador", eso quiere decir que, ademas del objetivo propio del texto, cada persona tiene un propio estilo que la define como redactor.
Al momento de escribir existen una gran diversidad de estilos, formas, y lenguajes. Cada tipo de redacción, simplemente, debe ir acorde lo que el escritor desea expresar. Actualmente, existen cinco grandes tipos de redacción para escoger y redactar lo que se desea comunicar. Ellos son la redacción académica, literaria, periodística, administrativa y técnica.

Estilos de Redacción.

1. Redacción académica
Es aquella cuyos textos se caracterizan por describir una información en forma sistemática y lógica. Es propia del ambiente científico y universitario.
Ejemplos frecuentes de redacciones académicas son las monografias, las tesis, entre otros.
Los temas que pueden tratar una redacción de este estilo es tan amplio como la variedad de las ciencias existentes.
Es decir, pueden escribirse trabajos académicos que caigan bajo el ámbito de la sociología, la psicología, trabajos que investiguen algún fenómeno o producto tecnológico, etc.
En este tipo de redacción es muy importante el uso de determinadas reglas de escritura. Un ejemplo sería cuando deseamos escribir una monografía sobre un tema específico.
En primer lugar, nos toca investigar sobre dicho tema y al momento de redactar debemos tener un cuenta la clásica estructura de introducción, desarrollo del contenido, la bibliofilia utilizada para la elaboración del trabajo y finalmente, la conclusión.
Todo ello con el objetivo de que la monografía refleje un trabajo de investigación con la información desarrollada en forma ordenada y coherente.

2. Redacción literaria
Es la que tiene por finalidad la expresión artística a través del lenguaje escrito. Una obra literaria, como por ejemplo, una poema, puede expresar un sinnúmero de sentimientos, emociones o ideas del escritor.
Ejemplos de textos literarios lo encontramos en ciertos tipos de ensayos, en los cuentos, en las novelas, poemas, etc.
También pertenecen a la redacción literaria los escritos de no ficción como las memorias, la autobiografía, entre otros.
La redacción literaria se caracteriza por dar el escritor una completa libertad al momento de escribir.
Dependerá del autor de una determinada obra literaria qué es lo que desea transmitir. Habrá ocasiones en que dicho escritor desee simplemente manifestar su pensamiento acerca de un tema determinado.
En ese caso, lo más probable es que quiera expresar sus ideas a través de un ensayo ya que se trata de un genero literario muy utilizado por los escritores para expresar sus ideas de una forma libre y personal.

3. Redacción periodística
Llamado también genero periodístico es la utilizada en los medios de comunicación escritos.
Los textos periodísticos se caracterizan fundamentalmente por relatar noticias o sucesos actuales o bien por manifestar una opinión tales hechos.
Ejemplos comunes de este tipo de redacción lo encontramos en las crónicas periodísticas, en los artículos puramente informativos de un periódico, en los artículos de opinión de un columnista, etc.
Cabe destacar que los textos periodísticos han cobrado hoy una gran importancia y difusión gracias a Internet. Esto ha posibilitado, entre otras cosas, el enriquecimiento de la redacción junto a su masiva difusión a través de las redes.
Gracias a las herramientas informáticas, el periodista hoy día tiene la posibilidad, por dar un ejemplo, de introducir enlaces útiles en su articulo.
Un caso común sería un articulo que informe acerca de un determinado evento artístico puede contener en un enlace a un vídeo de dicho evento.

4. Redacción formal o administrativa
Es aquella empleada en los documentos, notas de diversa índole, currículos, y otros escritos de uso frecuente en los lugares de trabajo y otros ámbitos similares.
Los escritos administrativos suelen poseer un formato de redacción determinado debido a su carácter formal. En ellos el redactor debe abstenerse de expresarse en un lenguaje personal.
El otro aspecto importante es la estructura. Si deseamos redactar, por ejemplo, un memorando, es importante conocer la forma y la ubicación correcta de los datos del destinatario, el saludo correspondiente, el lenguaje a utilizar en el documento, el tema del cual se hablará, etc.
Ejemplos de comunes de redacción administrativa son: el memorando, las circulares, una nota de agradecimiento, notas de renuncia, una carta de invitación, etc.

5. Redacción técnica
Hace referencia a los escritos propios de una determinada ciencia o disciplina.
Los textos de este tipo de redacción se caracterizan por poseer un lenguaje y una estructura de redacción exclusiva del ámbito científico al cual pertenecen.
En la mayoría de los casos, es difícil que una persona que no tiene un mínimo de experiencia o conocimiento alguno de la ciencia o ámbito a que pertenece el documento redacto con el lenguaje técnico, pueda llegar a comprender en forma integra lo escrito en dicho documento.
Por ejemplo, un escrito jurídico redactado por un juez o por un abogado estará redactado en un lenguaje relacionado al ámbito del derecho.
Es por ello que los textos redacción en este lenguaje técnico solo pueden ser comprendidos cabalmente por aquellas personas que tienen un conocimiento acerca de dichas disciplinas o ciencias.
Otros ejemplos de redacción técnica son: los informes de balances contables de una empresa, memorias administrativas, entre otros.


Normas practicas para una buena Redacción

1) No emplee vocablos rebuscados. Entre el vocablo de origen popular y el culto, prefiera siempre el más conocido. Evítese también el excesivo tecnicismo y aclárese el significado de las voces técnicas cuando no sean de uso común.

2) Cuidado con los barbarismos y solecismos. En cuanto al neologismo, conviene tener criterio abierto, amplio.

3) No olvide que el idioma español tiene preferencia por la voz activa.

4) No abuse de los incisos y paréntesis. Ajústelos y procure que no sean excesivos.

5) No abuse de las oraciones de relativo y procure no alejar al pronombre relativo que de su antecedente.

6) Evite las ideas y palabras superfluas. Tache todo lo que no esté relacionado con la idea fundamental de la frase o período.

7) Evite las repeticiones excesivas y malsonantes; pero tenga en cuenta que, a veces, es preferible la repetición al sinónimo rebuscado. Repetir es legítimo cuando se quiere fijar la atención sobre una idea y siempre que no suene mal al oído.

8) Si, para evitar la repetición, emplea sinónimos, procure que no sean muy raros. Ahorre al lector el trabajo de recurrir al Diccionario.

9) La construcción de la frase española no está sometida a reglas fijas. No obstante, conviene tener en cuenta el orden sintáctico (sujeto, verbo, complementos) y el orden lógico.

10) Como norma general, no envíe nunca el verbo al final de la frase (construcción alemana).

11) El orden lógico de la frase exige que las ideas se coloquen según el orden del pensamiento.

12) Destáquese siempre la idea principal.

13) Para la debida cohesión entre las oraciones, procure ligar la idea inicial de una frase a la idea final de la frase anterior.

14) La construcción armoniosa exige evitar las repeticiones malsonantes, la cacofonía (mal sonido), la monotonía (efecto de la pobreza de vocabulario) y las asonancias y consonancias.
[No convienen] ni la monótona sucesión de frases cortas ininterrumpidas (el abuso del punto y seguido), ni la vaguedad del período ampuloso. Conjúguense las frases cortas y largas según lo exija el sentido del párrafo.

15) Evítense las transiciones bruscas entre distintos párrafos. Procure fundir con habilidad para que no se noten dichas transiciones.

16) Procure mantener un nivel (su nivel). No se eleve demasiado para después no caer vertiginosamente.

17) Recuerde siempre que el estilo directo tiene más fuerza (es más gráfico) que el indirecto.

18) No se olvide que el lenguaje es un medio de comunicación y que las cualidades fundamentales del estilo son: la claridad, la concisión, la sencillez, la naturalidad y la originalidad.

19) La originalidad del estilo radica, de modo casi exclusivo, en la sinceridad.

20) No sea superficial, ni excesivamente lacónico, ni plebeyo, ni tremendista, vicios estos que se oponen a las virtudes antes enunciadas.

21) Huya de las frases hechas y lugares comunes (tópicos) y no olvide que la metáfora solo vale cuando añade fuerza expresiva y precisión a lo que escribe.

22) Huya de la sugestión sonora de las palabras. Cuando se permite el predominio de la sugestión musical empieza la decadencia del estilo (Middleton Murry). La cualidad esencial de lo bien escrito es la precisión.

viernes, 22 de abril de 2016

EL BANQUETE

                                    

Desde que me tocó el gordo del Euro millón, mi vida y la de los míos, cambio como de la noche al día; en seguidas, dejamos las estrecheces, un piso de 36 m2 de la calle Payaso Fofo en Vallecas para trasladarnos a una mansión de la Moraleja de 3600 m2 construidos en las dos plantas con un jardín de algunas hectáreas; fue tan cara la compra, que nos regalaron los muebles, el  mayordomo y el servicio doméstico que le acompañaba. Esto, hizo que mi mujer ya no tuviera que hacer las labores de casa, ni siquiera, lo que más le gustaba después de las comidas oyendo la radio: la “fregasa”  
Cuando cobraron el gran premio los del banco, les dije de no tocar el capital y vivir sólo de las rentas. Así que, todos los días uno, a las nueve de la mañana entraba el camión de los brindados en el jardín de la casa para dejar varias sacas repletas de billetes con los intereses del mes. En la soledad de la finca, como me aburría, como dicen lo hacen las ostras en el fondo del mar, me aficioné a la cocina con el famoso espacio “Las lágrimas de un chorizo detrás de un chef” donde se preparaban las mejores y más apetitosas recetas que llegaran a sustituir en el siglo XXI a las judías con chorizo, los callos con garbanzos o las lentejas con morcilla y panceta. Por eso, cuando me dijo mi hija que se casaba, me sorprendió bastante; no por ser moza vieja, sino, porque de joven nunca tuvo novio y ahora que era más fea que el guante de una viuda, los tenía a montones.
Cuando se decidió por uno de ellos, después de haber estado una larga temporada probándolos a todos, incluso, varias veces al día. ¡Tardó menos en preparar la boda, que yo en hacer las invitaciones! La ceremonia sería tipo americano en el jardín bajo un carpa de flores y guirnaldas, el banquete lo cocinaría yo, también me encargaría de todo demás, (invitados y pago facturas) dejando (para que no se me hicieran vagos y comodones antes de tiempo) a los novios encargados de buscar al sacerdote que los casara.
Di instrucciones a Bautista de que llevaríamos el Rolls Roice gris, porque desentonaría menos por los paisajes de cielos cubiertos y lluviosos que teníamos que atravesar, y nos fuimos directamente a la Cofradía de Pescadores de Aguinaga (España), donde reserve todas las angulas que entraran  durante un mes. Luego nos fuimos a Gena (Alemania)  a recoger en la fábrica Carl Zeiis, unas gafas de neurocirujano con potentes lentes y  linternas de luces sin sombras incorporadas; de vuelta, al pasar por Suiza, paramos en Ginebra en una farmacia de guardia que hacía esquina, donde compré una caja con un colirio de oídos (cuyo bote tiré cerrado al lago Leman para no dañar la fauna ni la flora) y guardé en el bolsillo derecho el cuentagotas de cristal con sombrero de goma.
Como todo llega en la vida, llegamos a Madrid y también llegó el día anterior a la boda. Empecé a preparar con tiempo para los 150 invitados el menú que había elegido: “angulas rellenas al horno”, las angulas no las lavé porque todos los cuerpos con el baño pierden peso, y eso ahora no convenía; me puse las gafas de neurocirujano, con mucha paciencia y un buen cuchillo de acero japonés Tesako, las abrí una a una en canal para sacarles las tripas e introducir el relleno de bigotes de gambas rojas de la bahía con esencia de brócoli y tintura de alcaparras a la miel que había preparado, esto me llevó 37 horas sin levantar la vista del plato, aunque la mayor parte de ese tiempo lo consumí en meterles las rodajas de limón en la boca, que fue lo más laborioso ¡Pero, a qué no está dispuesto un padre por su hija! Puestas las angulas en fila india formando batallones, (como los soldados de las guerras de las galaxias) sobre una fina base de salsa de ostras, las introduje en el horno industrial que trajeron los del catering. Para que no se quemaran, de diez en diez minutos lo abría y, con el cuenta gotas suizo, le regaba los lomo con vino de Ribeiro gran reserva cosecha de 1927 de 380 euros la botella. Del calor del horno y del relleno que llevaban las angulas se hincharon como pavos que, por su color gris y la  crujiente textura que tenían al masticarlas, la mayoría de los invitados pensaban que eran pipas, y las escupían con disimulo bajo la mesa. Yo, como buen cocinero, estaba atento a sus caras de asco y de los comentarios de mi magna obra que, como siempre, eran de lo más variados.
Mencionaré algunos para mejor entender la situación: “mi consuegra: A mí solo me pone tres, porque el pescado llena mucho y luego no duermo bien; mi consuegro que le dijo al camarero: llévese este tenedor de madera y me las sirve estas pijaditas en una fuente de gazpacho con cuchara sopera, también me trae unas cuantas banderillas picantes para acompañar, porque estos guisos tan fuertes, me cuesta entrarlos; el hijo del novio que ya tenía pelusilla en el bigote: yo no quiero chuches, prefiero una hamburguesa con kétchup y patatas ; mi hija: ¡donde se pongan un buen par de huevos!... (En que estaría pensando); su novio ya marido: ¡están de muerte estos mini espaguetis! me darás la dirección del chino que te ha servido la salsa agridulce (besándose las puntas de los dedos) es ¡Boccato di Cardinale!”.
¡Vaya un nuevo hijo que se ha incorporado en esta casa! Además de cobista, es gilipollas…
Menos mal que soy previsor y, teniendo presente el dicho,” qué sabrán los burros lo que es la menta” preparé 300 cruasanes a la plancha con mantequilla y mermelada de postre…      

Madrid, 18-04-2016




LO QUE SANDOVAL NO SABE

La facultad que tenía Sandoval, –mirar fijamente a una mujer y poder llevarla hasta el orgasmo en unos pocos minutos–, la adquirió en la consulta de una sanadora. Esta era una brasileña con acento de Málaga, más ancha que alta, blanca como la nieve virgen y con tantas pulseras y collares colgando que el hombre se preguntó, nada más verla, qué era aquel bulto que se movía ante él cubierto de aros de todo color y tamaño. De la cabeza, –no del cuello, de la cabeza–, le pendían a aquella aparición un haz de irisados redondeles naranja y verde del tamaño de hula hoops. Y no se le caían.
La causa de aquella visita era que Sandoval, recién entrado en la cuarentena, no resistía la mirada de una mujer. Cada vez que eso ocurría un terremoto de intensidad 9,8 en la escala de los seísmos emocionales le sacudía de arriba abajo, y le dejaba hecho unos zorros.
Siempre le había pasado, pero había lidiado con ello mal que bien. Ahora, a punto de terminar la primera parte del partido de su vida, la cosa se ponía fea.
Roxana le sentó frente a ella y le conminó a que se la quedara mirando. Penosamente abrazado a una endeble columna interior, Sandoval obedeció.
Del interior de la maga empezó a asomar un susurro quejicoso:
–Mhhh, ahhh, …
Todo esto terminó con la facultativa en el suelo, invadida por un febril aluvión de sensaciones. Y con dos billetes de cien euros cambiando de manos.
Sandoval quiso poner a prueba su recién estrenada habilidad y se fue a merendar a un café del centro. Se sentía con más poder que Ruiz Mateos. A mitad de la segunda porra, se fijó en la señora de la última mesa. Tendría más o menos su misma edad. La tenía de medio perfil, pero sintió que, si la miraba con suficiente concentración e insistencia, terminaría por captar su atención.
Así fue. Durante unos segundos, el mundo pareció detenerse. Luego, transcurridos estos, la elegante señora: abrigo marrón, falda entallada, adorno en el pelo (¿sería una extra de “Tiempo entre costuras”?), se levantó y se marchó. Al salir no miró hacia atrás.






miércoles, 20 de abril de 2016

A la tercera va a la vencida...(espero)

Bueno, pues me desdigo otra vez.
Cosas de principiante bloguero...
He pensado que si se propone como reto quincenal el tema propuesto en la tertulia, al ir subiendo los relatos se perdería una de las mejores cosas que tiene la tertulia: el factor sorpresa.
Por tanto lo mejor es que se suban los relatos una vez leídos, y, por tanto, el tema de los relatos a subir en esta sección es el de los leídos ayer: GASTRONOMÍA.
De este modo se aprecia la diferencia que transmite un relato escuchado y leído, y, además, al leerlo, podemos comentar con mayor detalle lo que nos parece.

LUZ DE ESTRELLAS sigue como tema para la cita del día 3.

Un abrazo





martes, 19 de abril de 2016

Un año menos


Damián llevaba dos años trabajando en la cocina. Paloma uno menos que él. Y desde que estaban juntos, la lista de espera del restaurante había crecido hasta el infinito.
Sus caras habían aparecido en la televisión, en revistas especializadas y hasta habían sido noticia en la prensa. Todo el mundo hablaba de ellos. Eran el tándem perfecto; él hacía las tartas, ella se encargaba de decorarlas.
Ella estaba loca por él, él ni la miraba siquiera.
Lo había probado todo. Muñecos de nieve de azúcar, notas musicales de chocolate, corazones de merengue, letras de fruta escarchada, fideos de colores, espirales de nata, perlas rosas, rojas y azules, pétalos de flores bañados en oro. Le había ofrecido sus manos, sus ojos y su sonrisa los últimos trescientos sesenta y cinco días. Para nada. Él trajinaba por la cocina, abriendo y cerrando hornos, controlando calor y tiempo, montando nata, batiendo claras, espolvoreando harina.
De vez en cuando, sus miradas se cruzaban y siempre era él el que la retiraba; abandonaba la cara de Paloma para fijarse solo en su trabajo. En esos casos, ella se sentía inspeccionada a pesar de saber que no encontraría nada; era muy escrupulosa con esas cosas. Llevaba las uñas muy cortas, se lavaba las manos al llegar, varias veces durante el servicio y antes de marcharse y, luego, se las hidrataba a conciencia. Tenía que cuidarlas, eran su herramienta de trabajo. Solo había una cosa por la que podía haberla reprendido y, sin embargo, nunca lo hizo: el anillo de boda de su madre.
La había perdido de niña y, desde que tuvo uso de razón, siempre lo había llevado consigo. Al principio, unido a una cadena y colgado del cuello. Después, en el dedo anular de la mano izquierda. Hasta la noche anterior, que se lo había quitado para asearse al terminar su turno y no lo había vuelto a ver.
Como todos los días, entró en la cocina antes de las doce. Él llevaba allí ya un par de horas. Saludó en alto, a todos y a nadie en particular. Él vertía chocolate caliente sobre una Sacher. Se preguntó por qué había ocupado su lugar en la cocina. Molesta, decidió que no iba a cederle su parte de encimera y se le puso al lado a preparar lo que necesitaba para convertir la superficie brillante que él tenía entre las manos en la delicia más refinada. Se fijaría en ella, lo quisiera él o no.
Empezó con la rutina; jabón, un poco de agua y un trapo para secarse. Inventario de los biberones: chocolate blanco, con leche, negro, cobertura, azúcar glas, caramelo…
—Te dejaste esto ayer.
El anillo que creía extraviado, en la mano de Damián primero y, luego, en la suya.
—Gracias. Pensaba que lo había perdido. Es el único recuerdo que me queda de mi madre.
Paloma nunca había visto a una persona ponerse tan lívida, como si hubiera visto un fantasma, como si le hubieran arrebatado una parte de la vida.
—¿De tu madre?
—Sí, ¿de quién creías que era?


Damián llevaba cuatro años trabajando en la cocina. Paloma uno menos que él. Entre los dos hacían las tartas más exquisitas del mundo. Todo el mundo lo decía: eran el tándem perfecto.

En la hamburguesa

Tres ventas seguidas frustradas dan mucha hambre, así que el cartel que vio Andoni anunciando con una foto desvencijada hamburguesas y perritos no le pareció mal.
Entró y sin saludar fue a repantingarse en una de las dos únicas mesas que quedaban libres, la más cercana al enorme cristal que daba a la calle. Se aisló del barullo del restaurante, que formaban parejas y grupos de universitarios. Podría pasar por el padre de cualquiera de ellos. Fuera, mientras una lluvia casi invisible comenzaba a caer dócilmente, los pensamientos se le amontonaban. Podía explicarse, difícilmente, pero podía, el no de Carlos Gorriarán e incluso el de Aceros Jaén, pero no entendía que con un presupuesto firmado y la venta ya añadida a su ranking mensual en Industrias Beloqui le hubieran echado para atrás el encargo.
Tenía que buscarse otro trabajo.
El camarero vino con una carta en la mano y una medio sonrisa más bien acartonada en la cara. Echó un vistazo rápido a las fotos sin mirar los precios y pidió sin dejar que se fuera. Una hamburguesa normal. Una cerveza normal.
El café mejor en otro sitio.
Risotadas como bofetadas. Se sentía como un pececillo gris y enfermo compartiendo pecera con hordas de pirañas amables y coloridas. Agresivas, pero encantadoras. Jóvenes. Ahí radicaba su encanto: en su insultante juventud.
Aunque él, siempre que se preguntaba si volvería atrás, se respondía lo mismo. No.
La hamburguesa no estaba mal. Carecía de ese sabor prefabricado de la comida de las grandes cadenas. Estaba bien, pero mientras se deleitaba con el perfil egipcio de la muchacha en la mesa contigua, sus muelas encontraron algo que no debiera estar ahí. Nada duro como una piedra debe estar dentro de una hamburguesa. Aplacó como pudo el dolor que le había causado el mordisco fallido y levantó el pan para ver qué era.

El anillo, seguramente de oro, estaba manchado de tomate. Lo cogió y lo limpió. Al parecer, a la chica de la cocina, cuya boda había tenido lugar hacia una semana, el matrimonio le venía algo grande.

martes, 12 de abril de 2016

El silencio

Lo único que tenía claro Eloy sobre el relato que estaba a punto de empezar era el título. Lo hacía a menudo, eso del título; se le ocurría y entonces ya no se dejaba margen para hacer otra cosa que no fuera escribirle el relato al título que se le acababa de ocurrir.
La verdad es que ese fenómeno de la fácil disposición hacia la "titularidad" era algo que llevaba a gala Eloy Miranda Santillana, y no sin motivos. Los títulos, -no sólo de relatos, sino de novelas, de obras de teatro, e incluso de poesías-, le eran, por así decirlo, consustanciales a su naturaleza.
Le anidaban en los pliegues más recónditos de su piel; le resbalaban fundidos con la saliva en el interior de su boca tremenda; le acompañaban en sus pasos, fueran estos a un baile de época o a la cita de un dentista.
Pero esta vez parecía ser distinto. El título le bailoteaba en la mente pero sus dedos permanecían agarrotados frente al teclado del ordenador, como un acongojado pelotón de fusilamiento antes del disparo.
Durante toda la tarde, ni una sola palabra salió de sus manos. La noche fue lo mismo.
Era la primera vez que le pasaba.
Y entonces, ya de madrugada, se tuvo que conformar con que, para "El silencio", la únicas palabras posibles no existían.


lunes, 11 de abril de 2016

Reto quincenal: "Las palabras que he aprendido por la noche"

Una de las características de este blog es que cada quincena se propondrá un reto que se intentará cumplir por todos los miembros de la comunidad.
El primer reto será comenzar un relato con la frase "las palabras que he aprendido por la noche". Así de simple.

sábado, 9 de abril de 2016

LAS PALABRAS QUE HE APRENDIDO POR LA NOCHE

-LAS PALABRAS QUE HE APRENDIDO POR LA NOCHE viendo Pasa Palabra, si son complicadas me cuestan recordarlas, y eso me preocupa doctor 
-Los pequeños olvidos son cosas normales- le contestó este
-Serán normales, pero últimamente tengo sensaciones muy raras. Si me permite, le pondré un ejemplo clarificador: Cuando me picho el dedo para tomarme el azúcar, la sangre en vez de roja me sale verde ¿Usted cree que eso es grave? Porque si fuera azul, no me importaría, se de mucha gente que la tiene… ¡Pero verde!
-Son cosas de la edad
-Otras veces considero que no he dado ni la mitad de abrazos que debiera por no tener coraje para expresar mis sentimientos y, también me lamento a menudo, de no haberme permitido ser más feliz
¿Pero cuántos años tiene usted?      
-Ochenta y siete años cumplidos
-Pues, no es tan mayor
-Pero, en todos esos años, nunca he vivido siendo fiel a mí mismo sino pendiente de otros
-Tranquilícese y dígame ¿Cuando corrió un maratón por última vez, hizo puenting o se llevó en la moto a una muchacha al campo para ver un atardecer?
-Ni me acuerdo
-Se da cuenta, como los olvidos en las personas de cierta edad son habituales. Por eso, lo que usted cree que no ha hecho, si ha podido hacerlo y no lo sabe, o no se acuerda. Y, si no se acuerda, es como si no hubiera nunca existido.  Le haré una pregunta más fácil: ¿Y el amor, cuándo hizo por última vez el amor?... No se me ponga colorado hombre,… le voy ayudar. Hace un mes, un año, un lustro…
-Más, más… No lo tengo presente, ni anotado en ninguna parte, pero estoy seguro que en lo que va de siglo no lo he probado
-¿A usted eso le parece normal?- dijo el médico
-No sabría contestarle, aunque debe de ser normal para mí, porque de pequeño me enseñaron que el  sexo, si no es por amor, es pecado
-¡Y, su mujer! ¿Qué dice?
-¡Huy! la pobre, con lo que le ha caído ya tiene bastante. Si quiere se lo cuento
-No, no lo haga, tendría que cobrarle otra consulta. Pero dígame: que ilusiones tiene usted. ¿Qué es lo que más le gusta?, sale a cenar, ve exposiciones, corre con el coche en dirección contraria por la autopista, disfruta sembrado tomates?
-No
Entonces so muermo. ¿Qué es lo que hace?
-Pocas cosas doctor. Me levanto, leo el periódico, espero a la comida intentado saber de qué hablan los tertulianos, luego duermo la siesta, veo otra vez la tele, ceno y me voy a dormir y, así, un día tras otro, año tras año, siglo tras siglo
-Cómo anda de fantasías, de fantasías sexuales quiero decir -preguntó el doctor-  ¿Si se cruza por la calle con una mujer guapa y hermosa cuando va al médico a por las pastillas para la tensión, a usted se alegra la vista?
-Claro que sí, como que los ojos se me hacen chiribitas y la boca agua, igual que a los lobos cuando ven paciendo tranquila a la corderilla en el prado verde, malpensando en lo que podrían hacer…
El doctor se puso a escribir en silencio,  luego levantó la mirada del papel diciendo:”Mire, ya tengo su diagnóstico en una mano y la hoja del sablazo en la otra, por donde quiere que empiece”
-Por el diagnóstico; porque si es malo, me lo atenuará el sablazo
-Buena ocurrencia amigo, pero sigamos. Usted, con el paso del tiempo, se ha ido convirtiendo en lo que se conoce como un viejo verde, de ahí el color de su sangre y la vida de vegetal que lleva; por eso, me va a permitir que llame a un leñador para que le separe de la silla y pueda marcharse, ya que se ha injertado con la madera del asiento y está trepando por el respaldo como una enredadera. ¿Ha venido solo, o le acompaña su madre?
-Abajo, en la acera, me espera toda la familia y los amigos del colegio
Entraron en la sala dos hombres vestidos de blanco con un serrucho en la mano comentando muy animados el último partido del atleti.
- “¡Qué frio sale cuando se abre la puerta!” -dijo uno de ellos mientras sacaban la camilla del nicho
Empezaron a serrarme la frente con intención de quitarme la tapa de los sesos, los veía atareados y seguían hablando del mi equipo, yo no intervenía porque no los conocía de nada. Cuando se me quedaron los sesos al aire, abierto en canal y puesto junto a los tobillos los pulmones, seguía sin dolerme nada.
-¿Durará mucho la autopsia?
 -No creo, es sencilla. Lo han encontrado muerto en su cama

Madrid, 2 de abril del 2016








jueves, 7 de abril de 2016

Kilodeletras


Quincenalmente, un grupo de escritores de todo tipo (con obra, sin obra y medio pensionistas), a los cuales une sin embargo una perfectamente equilibrada afición por la literatura y el tapeo, se reúnen en el bar de un hotel cuyo nombre, Ganivet, no hace sino corroborar este propósito.

De estas veladas surgió este Blog, que no espera ser sino prolongación de esas reuniones.
Bueno,

Bienvenidos a los nuevos y lo dicho
!A escribir que son dos días!

miércoles, 6 de abril de 2016

Tal vez drosómetro



Las palabras que he aprendido por la noche, durante las interminables horas de insomnio, las olvidé de inmediato, nada más llamarme Karl. En cuanto oí su aflautada y temible voz, olvidé no sólo aquellas tres o cuatro hermosas palabras, —largas y evocadoras seguramente como los lejanos veranos de mi infancia—, sino también otra cosa: que no había reunido el dinero que podría aún salvarme la vida.
Había sido hacía poco más de media hora; su amenaza sonó como el amartillarse de un arma. Era fácil suponer que ahora mismo estaría llegando a mi casa, a bordo de su ridículo Mustang amarillo. Karl era así: un bruto endurecido a fuego en las peores cárceles del país, y al mismo tiempo dispuesto a ponerse en ridículo conduciendo un coche como aquel, lleno de pegatinas y dibujos raros.
Se oyó el portazo de un coche.
Por lo demás el silencio era absoluto.
Y aquellas otras palabras, las mías, las olvidadas, —¿Quizá fuera drosómetro una de ellas? —, cuya búsqueda había sido mi único pasatiempo para tratar de olvidar la cruda realidad del chantaje, no volvería ya a recordarlas nunca.
Y menos ahora, cuando ya sabía que ese nunca tenía sólo la pequeña dimensión de unos pocos minutos…



martes, 5 de abril de 2016

Sangre, sudor y lágrimas


Las palabras que he aprendido por la noche podría contarlas con los dedos de una mano. En realidad son solo tres: sangre, sudor y lágrimas. ¿Por qué estas y no otras? La explicación es muy sencilla; se resume muy fácil: trabajo nocturno.

Suelo acostarme temprano. La programación de tarde de la televisión aún no ha acabado cuando yo ya voy por el segundo sueño. El reloj no perdona y la alarma suena antes de las tres de la madrugada. Aunque a veces, como hoy, me salto la cama y me paseo por los bares hasta la hora de fichar. Conocer gente nueva es muy importante para mí. Mis padres hace tiempo que murieron, no tengo novia, los amigos de la infancia también desaparecieron y mi trabajo depende de ello. No, no, no, no trabajo solo, siempre hay alguien conmigo, pero ellos están a lo suyo y yo a lo mío. Entiendes, ¿verdad?

Verás, trabajo en este matadero. Es un trabajo duro. Son muchos los kilos que uno tiene que cargar. Los ganchos del techo ayudan, pero ¿puedes imaginarte lo que pesa una mole de esas abiertas en canal? No, no es una labor agradable, pero es lo único que sé hacer. Y me gusta. No tuve suerte con los estudios y los dejé antes de los dieciséis. Para alegría de mis padres, un carnicero me tomó bajo sus riendas. Era un hombre mayor, de pocas palabras, aunque no hacía falta que las dijera; yo tampoco tenía nada que hablar con él. Me enseñó todo lo que me hecho falta: a afilar bien los cuchillos, a hacer los filetes muy finos, a separar la grasa de la carne, a partir los huesos de dos golpes de machete… Ya te imaginas, esas cosas que hacen los carniceros. Y tengo que decir que en tres años ya había cogido la suficiente presteza como para que el hombre me cediera su lugar. Así que con diecinueve me hice con el puesto número veintitrés del mercado de Embajadores. Ahí pasé unos años, pero me cansé de las quejas de las mujeres: que si el corte de ayer estaba duro, que si te pedí medio kilo y me pusiste tres cuartos, que no me gusta que añadas cerdo a la carne picada, que si que, que si que, que si que… me harté de ellas, cerré la carnicería, me pasé a la noche y las perdí como clientas.

Este trabajo es más tranquilo. Y más divertido. Sobre todo a partir de las seis de la mañana, para esa hora los gritos y las lágrimas ya han cesado. Todo ha acabado y lo que unas horas antes era un cuerpo quejicoso y lastimero pasa a ser comida para fieras. A veces pienso que los tigres del zoo no se merecen semejante manjar.

No te agites tanto que te harás daño. Si sigues así la cuerda se romperá y te caerás al suelo. Hoy voy un poco tarde y no me ha dado tiempo a limpiar la sangre. Esto de contar mi vida no es algo que haga con cualquiera; no sé por qué, pero tú pareces un buen tipo. Y como me has caído bien, haré una excepción: te arrancaré el corazón primero y luego, todo lo demás.